diumenge, de febrer 04, 2007

Desastres universals

Aquests dies s'està parlant molt del canvi climàtic. Diuen que d'aquí només 40 anys l'aigua del Mediterrani haurá entrat 5 i fins i tot 40 metres en algunes costes. Lo bo de tot això és que som nosaltres els que estem accelerant el procés, ja que tot això ha de passar algún dia. Però relacionat amb els desastres mundials, fa dos dies que vaig llegir en "Una breve historia de casi todo" el que passaría si caigués un meteorit al nostre planeta, fet que pot passar en qualsevol moment i que encara no podem predecir exactament. Per a que us feu una idea del que pot arribar a ser un desastre mundial, aquí teniu el fragment que vaig llegir:

Un asteroide o un cometa que viajase a velocidades cósmicas entraría en la atmósfera terrestre a tal velocidad que el aire no podría quitarse de en medio debajo de él y resultaría comprimido como en un bombín de bicicleta. Como sabe cualquiera que lo haya usado, el aire comprimido se calienta muy deprisa y la temperatura se elevaría debajo de él hasta llegar a unos 60.000 grado kelvin o diez veces la temperatura de la superficie del Sol. En ese instante de la llegada del meteorito a la atmósfera, todo lo que estuviese en su trayectoria (persones, casas, fábricas, coches) se arrugaría y se esfumaría como papel de celofán puesto al fuego.

Un segundo después de entrar en la atmósfera, el meteorito chocaría con la superficie terrestre. El meteorito propiamente dicho se evaporaría instantáneamente, pero la explosión haría estallar mil kilómetros cúbicos de roca, tierra y gases supercalentados. Todos los seres vivos en 250 kilómetros a la redonda a los que no hubiese liquidado el calor generado por la entrada del meteorito en la atmósfera perecerían entonces con la explosión. Se produciría una onda de choque inicial que irradiaría hacia fuera y se la llevaría todo por delante a una velocidad que sería casi la de la luz.


Para quienes estuviesen fuera de la zona inmediata de devastación, el primer anuncio de la catástrofe sería un fogonazo de la luz cegadora (el más brillante que puedan haber visto ojos humanos) seguido de un instante a un minuto o dos después por una visión apocalíptica de majestuosidad inimaginable: una pared rodante de oscuridad que llegaría hasta el cielo y que llenaría todo el campo de visión desplazándose a miles de kilómetros por hora. Se aproximaría en un silencio hechizante, porque se movería mucho más deprisa que la velocidad del sonido.

A los que se hallasen a una distancia de hasta 1500 kilómetros los derribaría y aplastaría o cortaría en rodajas una ventisca de proyectiles voladores. Después de esos 1500 kilómetros iría disminuyendo gradualmente la devastación.


Pero eso no es más que la onda de choque inicial. Sólo se pueden hacer conjeturas sobre los daños relacionados, que serían sin duda contundentes y globales. El impacto desencadenaría casi con seguridad una serie de terremotos devastadores. Empezarían a retumbar y a vomitar los volcanes por todo el planeta. Surgirían maremotos que se lanzarían a arrasar las costas lejanas.
Al cabo de una hora, una nube de oscuridad cubriría toda la Tierra y caerían por todas partes rocas ardientes y otros desechos, haciendo arder en llamas gran parte del planeta. Se ha calculado que al final del primer día habrían muerto al menos mil quinientos millones de personas. Las enormes perturbaciones que se producirían en la ionosfera destruirían en todas partes los sistemas de comunicación, con lo que los supervivientes no tendrían ni idea de lo que estaba pasando en otros lugares y no sabrían adónde ir. No importaría mucho. Como ha dicho un comentarista huir significaría “elegir una muerte lenta en vez de una rápida”.


La cantidad de hollín y de ceniza flotante que producirían el impacto y los fuegos siguientes taparía el Sol sin duda durante varios meses, puede que durante varios años, lo que afectaría a los ciclos de crecimiento.

Todo esto son sólo conjeturas de cómo sobrellevaría la humanidad un acontecimiento semejante, o si lo haría.